Diego Barceló Larran

DIRECTOR DE BARCELÓ & ASOCIADOS

Los empresarios y la defensa de la libertad

Mientras los gobiernos y las legislaturas pasan, las empresas tienen vocación de permanencia. Por eso es comprensible que los empresarios eviten posicionarse en favor o en contra de tal o cual partido o dirigente político. Las empresas deben comportarse como lo hacen normalmente los gobiernos ante una elección en otro país: evitan significarse por uno u otro candidato, sabedores de que, cualquiera sea el resultado, su interés mayor es mantener buenas relaciones bilaterales. Porque los gobiernos pasan y los países quedan.

 

El problema es que, en el grueso de los empresarios, esa razonable neutralidad política degeneró en una equivocada neutralidad ideológica. Los empresarios no pueden ser neutrales ideológicamente por una sencilla razón: deben todo a la libertad. Por eso, lo que se espera de ellos es que

sean la vanguardia en la defensa de la libertad. Pero eso no está siendo así.

 

Falta convicción para decir lo obvio: que el empresario es un benefactor de la sociedad, porque sin actividad empresarial no habría recursos para financiar los servicios públicos, ni empleos, ni pensiones, ni exportaciones, ni progreso.

 

Demasiadas veces se actúa como si cada nueva pérdida de libertad (cada nuevo impuesto, cada subida de un tributo existente, cada nueva regulación limitadora, cada subida del salario mínimo, cada aumento del gasto público improductivo, etc.) fuera una inocua decisión administrativa.

 

Esa pasividad en la defensa de la libertad ha permitido que se desfigure la imagen del empresario, llegándose al extremo de ministros que los acusaran de “explotadores”, “salvajes” y “aprovechadores”. Se ha culpado a los empresarios, incluso, del reciente rebrote inflacionario del que también fueron víctimas, al igual que los asalariados.

 

No se ha insistido lo suficiente, y por eso aún no se entiende, que la actividad empresarial es más fructífera allí donde la libertad es mayor. Pero la libertad no es como una mandarina que pueda separarse en gajos; es una sola. Cualquier menoscabo en un aspecto de la libertad la debilita

toda. La defensa de la libertad por parte del empresariado debería ser desacomplejada, porque favorece a toda la sociedad, y global, porque es una totalidad. La libertad es la vía más directa hacia la prosperidad. Los países más libres son los más ricos y con más empleo (¿qué tiranía ha tenido alguna vez una economía próspera?). La prosperidad que surge de la libertad es un hecho socialmente compartido, porque los países prósperos tienen más intercambios y todo intercambio beneficia a ambas partes.

LA PROSPERIDAD QUE SURGE DE LA LIBERTAD ES UN HECHO SOCIALMENTE COMPARTIDO

La prosperidad material, paradójicamente, no es una cuestión “materialista” porque para ejercer efectivamente un derecho, siempre se debe contar con un apoyo material. ¿Cómo ejercer la libertad de expresión sin un ordenador, una radio o una imprenta? ¿Cómo ejercer la libertad de movimiento sin un auto, un billete de tren o avión o, al menos, un par de zapatos? ¿Cómo ejercer la libertad de

enseñanza sin libros, pupitres o bolígrafos?


La prosperidad material que promueve la acción en libertad de los empresarios, lejos de ser algo que pueda reducirse a un tema de beneficios, empleos y salarios, tiene un papel central en la realización de las personas como tales. ¿Cómo es posible que estas verdades evidentes no sean

ampliamente conocidas y aceptadas por la sociedad española? ¿Qué motivos hay para ocultarlas? ¿Qué razón existe para que los empresarios callen su rol esencial para el progreso social?


Es hora de empezar a cambiar el clima social hostil hacia el empresariado. La única alternativa que veo es que el cambio empiece por los propios empresarios, defendiendo su papel clave en toda sociedad próspera. Prosperidad incompatible con cualquier entorno distinto de la libertad. De ahí que ese cambio deba comenzar por un empresariado comprometido con la defensa de la libertad.


Necesitamos recuperar los trozos de la libertad perdidos para aspirar a una España más próspera para todos, que inicie un círculo virtuoso de más libertad, que engendre más prosperidad, que a su vez redunde en más libertad, y así sucesivamente. A por ello.

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