Javier Santacruz
ECONOMISTA Y ANALISTA FINANCIERO
El empresariado español, en modo resistencia
Las previsiones económicas que los organismos tanto nacionales como internacionales están publicando desde principios de 2024 coinciden en señalar que el crecimiento de la economía española aguanta y está muy por encima de la media de la eurozona. Pero, al mismo tiempo,
coinciden en señalar un hecho que es trascendente en los próximos años: el estancamiento prolongado de la economía durante 2025 y 2026, en el que el factor más relevante es la debilidad de la inversión privada.
Tomando los últimos datos del Banco de España en sus Proyecciones Macroeconómicas 2024-2026 y la última Contabilidad Trimestral del INE, la inversión empresarial está aún casi un 10% por debajo del nivel prepandemia, mientras que en el conjunto de la eurozona está a una distancia de cinco puntos con respecto a 2019. De los diferentes componentes de la formación bruta de capital fijo
(inversión), el que peor comportamiento ha registrado es el de bienes de equipo (9 pp. menor que en 2019) y, dentro de él, el más negativo es el transporte (hundido en 25 pp. con respecto a 2019).
El apartado de maquinaria, que fue el que menos cayó en pandemia y el que más rápido se recuperó, desde 2022 ha empeorado hasta volver al nivel inicial de 2019 en el tercer trimestre de 2023. Por su parte, idéntico comportamiento al de la inversión en general tiene el segmento constructor, en el que la vivienda se encuentra a la misma distancia del nivel prepandemia que la formación bruta de capital en su conjunto (-10 pp.).
Existen múltiples razones que explican el comportamiento de las inversiones del empresariado español en los últimos cuatro años. Las razones superficiales son claras. Por un lado, la subida de los tipos de interés desde el verano de 2022 ha ralentizado las operaciones financieras de las
empresas, restringiéndolas al mantenimiento del circulante y la refinanciación de préstamos anteriormente concedidos.
Tal como señalamos en los cálculos del Observatorio Financiero del cierre de 2023 del Consejo General de Economistas, con datos del Banco de España, el grueso de las nuevas operaciones crediticias es de hasta 250.000 euros (+8,1% interanual a cierre de 2023) mientras que
las operaciones de más de un millón de euros caen a un ritmo superior al 20% interanual.
Y, por otro lado, las cuentas de resultados no ofrecen perspectivas demasiado positivas en cuanto a facturación y márgenes. Este punto está enormemente contaminado desde que el Gobierno decidió crear un Observatorio de Márgenes Empresariales en el que la inmensa mayoría de la información es de grandes empresas y alguna mediana, pero donde no se refleja la situación real de las micro
y pequeñas empresas. Eso lleva a tener una percepción distorsionada de cómo en las grandes (y no en todas) los márgenes se han recuperado (con un enorme efecto de empresas que están internacionalizadas y en las que una parte muy notable de sus márgenes proceden de fuera
de España), pero en las pequeñas se está muy lejos de ello y los datos más recientes de Central de Balances son demasiado antiguos (2021). A pesar de esta falta de información, el Banco de España prevé que la facturación vuelva a caer en el primer trimestre de 2024, siguiendo la tendencia casi ininterrumpida del último año.
Estos números y trayectoria macroeconómica se pueden resumir de una forma muy sencilla: los empresarios en España están en modo resistencia en estos últimos años, esperando a que escampe después de una tormenta combinada de factores sobrevenidos y factores político-regulatorio-
fiscales que ponen a prueba su resistencia. España es un país de micro, pequeñas y medianas empresas (más del 99% del tejido productivo) y no tiene el marco más amistoso para hacer crecer de manera relevante el número de empresas medianas y grandes cada año. Es un gran defecto que se agravó ya en 2016 con la decisión inconstitucional sobre las bases imponibles negativas y las
deducciones por doble imposición, y que en las siguientes legislaturas ha seguido empeorando.
La inversión pública, teniendo un peso económico mucho menor que la privada, crece mucho más que la privada (casi un 30% más que en 2020) gracias al Plan de Recuperación europeo, pero incluso así no logra impulsar la inversión privada. Habrá que preguntarse por qué. Y no es difícil dar una respuesta a esta pregunta. Sigamos el rastro del dinero y como hipótesis formulemos la siguiente:
¿Será que el multiplicador del gasto público sobre la inversión privada es negativo? O, dicho de otra forma: es posible que el incremento de la recaudación fiscal procedente de las empresas elimine los incentivos a invertir en España por mucho que la inversión pública se mueva.
En suma, aunque el consumo -sobre todo público, pero también el privado- sostenga la tasa de crecimiento de la economía española durante 2024, existe un problema de fondo en el mundo empresarial, en su contribución al crecimiento presente (se espera para 2024 apenas un 0,4%)
y, sobre todo, para el crecimiento futuro. El tejido productivo es la solución y el camino para el futuro de España. De poco servirá armar soluciones top-down si no hay actividad empresarial dinámica, sólida y sostenida en el tiempo.